La paloma se murió
y el palomo no sabía.
Levántate, palomita,
–le decía, le decía–,
nos iremos a casar
apenas se aclare el día.
Qué parabienes tristes
tengo que cantar yo.
La paloma se murió
y el palomo está llorando.
Pobre este palomito,
¿dónde se irá volando?
No habrá luces en la iglesia,
no habrá alegrías ni cantos.
Qué parabienes tristes
tengo que cantar yo.
La paloma se murió,
se murió con un disparo.
Un hombre estaba mirando
con un fusil en la mano.
Se quedaron esperando
en la iglesia, sus hermanos.
Qué parabienes tristes
tengo que cantar yo.
La paloma se murió,
llorando se queda un niño.
El hombre del fusil
no sabe lo que es cariño.
Nunca adentró en un templo,
nunca ha encendido un cirio.
Qué parabienes tristes
tengo que cantar yo.
La paloma se murió,
la mató un hombre cobarde
sabiendo que era inocente;
castiguemos al culpable.
No lo perdona el palomo,
no lo perdona su madre.
Qué parabienes tristes
tengo que cantar yo.
La paloma se murió,
señores aquí presentes.
El hombre vendió el fusil;
siguió causando la muerte
disparando sobre hermanos,
destruyendo continentes.
Qué parabienes tristes
tengo que cantar yo.